domingo, 5 de febrero de 2012

La cabalgata. Fin.

Fue curioso que, cuando preguntamos a algunos presentes si habían pasado los reyes, la respuesta fue unánime: cara de “no tengo pajolera idea” (“ni me importa”, añadiría yo…) Pero justo cuando nos dábamos media vuelta y avanzábamos hacia el resto de la ciudad, como por arte de magia ¡aparecieron los reyes! En efecto conseguimos ver a  alguno de ellos, sus carrozas nos daban igual, y los caramelos también (Para valorar los confetis todavía no habíamos vivido suficientes cabalgatas en Madrid) así que nos conformamos con eso: con estar, con intuir aunque fuera de lejos… Y yo me encontré un globo negro de vuelta a casa.

En fin, yo podría señalar dos mensajes: primero: que hay cosas que, aun estando delante de nuestras narices, son invisibles a nuestros ojos y segundo; que a menudo nos da por buscarlas sólo cuando todos ya celebran haberlas encontrado (lo cual tampoco facilita su localización...).

No hay comentarios:

Publicar un comentario